Monday, April 21, 2008


Desde mi trinchera liberal: "acojonadamente felices"

Y perdón por la expresión, pero es la que utilizó un amigo mío y me hizo gracia. Me respondía así a la felicitación por su sexto hijo en camino. Estamos acojonadamente felices.

Cada hijo es un don insustituible, una gran alegría. Pero también un afeitarse cada mañana con preocupaciones, "condecoraciones" en la corbata, restos de colacao y ojeras. No dan tregua estos monstruitos. Y como dice un amigo mío sacerdote, ¿qué esperabas? Ellos se santifican así.

Estamos hablando de una filosofía cotidiana basada en lo incondicional. Sólo accesible a quien va construyendo su vida ajeno al relativismo. El relativismo se escribe siempre en condicional. Si nos viene bien, te tendremos. Cuando queramos y como queramos. Y ojo no vengas tarado, menuda complicación. Mercancía devuelta o quizá no, ya veremos. Otros dicen: Tú eres una lotería que no pienso comprar. No nos amargues la fiesta, chaval. Ya vendrá otro sanote y sonrosado.

El relativismo nos endiosa, y convierte a la vida humana en una moneda de curso legal, cuyo valor se marca en los despachos o consultorios. Sujeta a los vaivenes del mercado, o a la criba de ideologías perniciosas. Y mientras tanto, las personas con síndrome de down empiezan a ser una especie en extinción, aunque no protegida. Pobres. Les tendríamos más respeto si fueran linces ibéricos o focas del ártico. Como decía Albert Einstein, "El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad". Y mucha de esta maldad se está explicando desde el relativismo moral y su ingeniería social. Brindemos por los "acojonadamente" felices, y valientes.

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