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Friday, February 15, 2008


¿El alma está en el cerebro?

Dedicado a mi "polémico" Rafael Ariza.

Recientemente, ha tenido lugar en el Netherhall College de Londres, obra corporativa del Opus Dei- la publicidad corre de mi cuenta, y a gusto lo hago-, la 10ª edición del "International Interdisciplinary Seminar", en la que científicos de todo el mundo han disertado, esta vez, sobre este apasionante tema: ¿Hay sitio en la ciencia para el alma? ¿Puede la neurociencia –lo que sabemos del cerebro- sugerir su existencia?

Inmediatamente me ha venido a la cabeza el título del libro del abogado y divulgador científico Eduardo Punset: el alma está en el cerebro. El libro de Punset, en mi opinión, es un acabado ejemplo de lo que denominamos "materialismo reduccionista". La tesis central de la filosofía reduccionista es que todo lo que existe en la realidad puede ser explicado en términos físicos. En la tan en boga filosofía de la mente, que es dónde se enmarca el libro de Punset, el equivalente sería que los estados mentales pueden reducirse a estados físicos. Las personas seríamos básicamente configuraciones físico-químicas o neuronales del cerebro. Ahí radicarían nuestra voluntad, nuestras creencias, nuestros pensamientos, nuestra felicidad o nuestra desdicha. Somos poco más que un cerebro con mocasines.

El cerebro humano sería algo así como un gran caleidoscopio en el que entran datos sensoriales y salen convertidos en datos de conducta. En este tipo de antropología, el libre albedrío queda seriamente en entredicho, cuando no directamente anulado. Cae de lleno en el determinismo, nada podríamos haber hecho diferente a lo que nuestro cerebro procesó.

Frente al determinismo, yo creo radicalmente en la libertad humana. Nada hay más personal e instransferible que el mérito de la virtud o el demérito de la culpa en el ser humano. Pero esto presupone necesariamente la libertad humana. Sin libertad, no cabría ni la virtud ni la culpa. Ni las cárceles ni los altares, ni el cielo ni el infierno. Ni la superación ni el arrepentimiento. La concienca no puede remorder desde esquemas bioquímicos.

Estos sistemas neurofísicos, de tejas para abajo, esenciamente materialistas, suelen tener como base negar cualquier atisbo de transcendencia en el ser humano. Es evidente que si el alma y la conciencia tienen su origen en un conjunto de neuronas, cualquier consideración del alma como algo sobrenatural no encuentra espacio, ni razón de ser. Según Francis Crick, Autor del libro La búsqueda científica del alma, es tajante descubriendo su intencionalidad:"un día la humanidad aceptará el concepto de que el alma y la promesa de la vida eterna no existen".

Para Crick, la conciencia es sólo "una banal fusión de neuronas del cerebro". Como toda hipótesis, tiene la ventaja de que puede sobrevivir de momento sin más comprobación. Pero la realidad es que sabemos muy poco de la enorme complejidad del cerebro, de qué manera los miles de millones de células cerebrales interpretan sensaciones, hacen uso de la memoria y asociaciones para encontrarles algún sentido, y finalmente crean pensamientos conscientes acerca del mundo. Estamos en fase embrionaria y no resulta difícil la ciencia ficción al estilo de Crick, aunque lleve aparejada la absoluta desnaturalización de la persona humana-

Termino con una frase de Sir John Eccles, Premio Nobel de Medicina, "El materialismo, si se lleva a sus consecuencias, niega las experiencias más importantes de la vida humana: «nuestro mundo» personal seria imposible. La ciencia y la fe son aliadas, no enemigas. Y la fe cristiana proporciona ayudas muy valiosas para que se evite un materialismo que nada tiene que ver con la ciencia, y para que la ciencia pueda contribuir a la solución de los graves problemas que tiene planteados hoy día la humanidad."

Fernando Inigo. fer.inigo@gmail.com

Wednesday, January 16, 2008


Sobre la Teoría del Big Bang.

Agradezco a D Rafael Ariza las enriquecedoras aportaciones que realiza en su artículo "Siguiendo el debate sobre el big bang. A lo que se puede llegar o no con esa teoría.", publicado en Aragón Liberal http://www.aragonliberal.es/noticias/noticia.asp?notid=3856&menu=3, y que es una ilustrativa reflexión sobre un artículo mío previo.

Comienza el autor desplegando la siguiente afirmación, con la que plenamente coincido: "La teoría del Big Bang, lo que se conoce como el modelo standard, no lleva necesariamente a la demostración de la existencia de Dios.".
No creo, y es mi opinión personal, que teoría científica alguna lleve necesariamente a la demostración de Dios. Sería tanto como apresarlo en un teorema de formulación finita, en una jaula de números. Simplemente, eso no se va dar. El hombre tendrá -tendremos- que seguir viviendo de fe. Cuestión distinta, y hacia allí iba mi comentario sobre Jastrow, es que algunos científicos se empeñen en utilizar la ciencia como una goma de borrar las huellas de Dios. Tampoco lo conseguirán.

Al mismo tiempo, creo que la Teoría del Big Bang es perfectamente compatible con el concepto de Creación. Aunque eso, poco importa. Para los creyentes, científicos o no, importa poco el cómo, que pertenece al campo de la metáfora. No es necesario. Lo que nos importa es el hecho: Dios creador. De Cielo y Tierra, de todo lo visible e invisible...Profesamos una fe que vamos arropando como podemos. En mi caso, al menos, con un matiz crucial. No soy deísta. No creo en Dios exclusivamente como un gran arquitecto, o como un relojero de precisión, que crea el Cosmos con tiralíneas y se echa la siesta colgando en su habitación el cartel de "No molesten". Yo creo en un Dios personal que no nos quita de su mirada. Pero ese ya es otro debate.

Es cierto. Con la Teoría del Big Bang, los creyentes nos sentimos cómodos, si se me permite la expresión. Como he dicho, la vemos compatible con nuestra fe. Compatible es la palabra. Incluso, parece favorecerla. Como declaró el historiador de la ciencia Frederic B. Burnham, "La comunidad científica está preparada para considerar que la idea de Dios creador del Universo es una hipótesis más respetable hoy que en cualquier tiempo de los últimos 100 años". Una anécdota al respecto: Cuando el sacerdote y físico católico George Lemaitre expuso su "Hipótesis del Atomo Primitivo", o Teoría del Big Bang, Einstein le contestó: "Eso me recuerda demasiado al Génesis, ¡se nota que es usted sacerdote!.". Como se ve, el debate sobre las implicaciones teológicas de la Teoría del Big Bang tiene una extensa literatura.

Estoy de acuerdo cuando dice que debemos encontrar una " una razonada y razonable convergencia entre gión y ciencia". Pero, para eso, es imprescindible que algunos científicos entren en la senda del sentido común y no se empeñen en trazar artificiales fronteras de incompatibilidad. Acabamos de contemplar atónitos el triste boicot que un grupito de profesores y alumnos de la Universidad la Sapienza han hecho al Papa Benedicto XVI, y que ha impedido al Santo Padre pronunciar un discurso en esa Universidad. No deja de ser una paradoja de la historia que la Universidad La Sapienza, creada en Roma el 20 de abril de 1303 por la voluntad del Papa Bonifacio VIII, cierre ahora las puertas a su Sucesor, para dar gusto a una minoría intolerante. Pero así es como pretenden reescribir la historia quienes hacen de la confrontación el chusco de cada día.

Saturday, October 20, 2007


Son mis hermanos.




Quizá porque soy un padre algo despistado, siempre con prisas, o quizá porque mi hijo pequeño sea de un derroche de actividad, todos los días me pierde algún calcetín. La secuencia es la siguiente: Va sentado en el carrito, se pone hecho un boliche, levanta las piernas, tira del calcetín con sus deditos, lo saca, lo chupa, lo muerde, lo retuerce, y, cuando se cansa, lo tira por la borda, hecho un higo. Así que no ganamos para calcetines.




Sin embargo, casi siempre hay un ciudadano amable, un hermano anónimo, que corre detrás mio. Disculpe, su calcetín. El niño lo ha tirado. Les doy las gracias y normalmente aprovecho para encomendarles en ese preciso momento. A veces, me olvido de hacerlo, y tengo que volver sobre mis pasos al final de la jornada para tener un recuerdo de ese hermano mío anónimo. Y le encomiendo entonces. Siempre pienso lo mismo: la gente, en su inmensa mayoría, es buena, que recoge, aún sin saberlo. No es ingenuidad. Todos sentimos el zarpazo del mal. Lo reconocemos, en bastantes ocasiones, como propio además.Pero no es suya la última palabra, ni es el principal discurso. No es el hilo argumental, o, al menos no debería serlo.




¿Qué es encomendar? Es simplemente desear la felicidad. Que seas feliz. Y así se lo pido a Dios. Que sean suyas las pinceladas, El es el artista. Encomendar es bajar el cielo al mundo, o llevar el mundo más allá de las estrellas. Es juntarlos en un mismo horizonte. Hay quien piensa que la religión es fría, aislante, alienante y amarga. La religión, dicen, es como el invierno del alma. Que supone trabas, cadenas, traumas, prejuicios y fobias. Blandenguería y obligaciones rutinarias. Sermoneo interminable, cuentas de viejas, niños vestidos de almirantes. Sacristías con olor a rancio,pesado discurso del miedo. Y así van abandonando. No hay nada que me atraiga en eso, no me busques allí,es lo que bastantes afirman. Ven un rostro deformado y grotesco. Insultante. Y sin embargo, no hay mayor ternura que la de Dios. No hay mayor calor, mayor alegría, mano más fuerte y poderosa. No hay música más potente. Nadie hay ni habrá que te busque como Él.