Tuesday, April 08, 2008


Desde mi trinchera liberal: Desperté y vi que la vida era deber.

Caminaba esta tarde ensimismado, pensando, con cierto desánimo, en cómo está el mundo. Tantas cosas chirrían. Tanto por hacer. Me vino a la cabeza la frase de Kant: Dormía y soñaba que la vida era bella; desperté y advertí que la vida era deber.

Alguien desde una moto me pita en el paso de cebra. Es mi amigo Alvaro, presidente de médicos por la vida. Se para, nos saludamos. Le confieso: ¿Algún día ganaremos la batalla de la vida? ¿Derrotaremos esa m3ntalidad pro-aborto que está impregnando a parte de la sociedad? Hacemos lo que podemos, y las batallas las acaban ganando los soldados más cansados. Sí. Desperté y advertí que la vida era deber, y era trinchera.

Recibo entonces un sms de Félix, un militar destinado en Madrid. Me dice que quiere hacer un retiro espiritual. Necesita poner en orden sus estancias, airear su alma. Refrescarla. Recuerdo en una ocasión, estaba él en una de sus misiones internacionales. Me pidió que le enviase estampas de un gran santo aragonés, en varios idiomas. Las colocó en la capilla del cuartel general de las fuerzas multinacionales allí destinadas. Cada mañana iba a la capilla a contarlas. Volaron las estampas en italiano, en inglés, en polaco, en alemán, incluso en holandés, desaparecieron todas, y estaba feliz. Desperté y advertí que la vida era deber, eran pequeñas cosas haciendo monte.

Está entrando un email. Es David, un empresario zaragozano. Estamos formando una asociación de empresarios que hunda sus raíces en el humanismo cristiano. Tenemos mucho que decir. Me cuenta que ha estado comiendo con empresarios navarros y riojanos. Están en nuestra línea, y vamos a tejer una red. Desperté y adevertí que la vida era deber, y lucha, hasta el pitido final.

Llamo ahora a Patxi. Descuelga el teléfono y oigo un maravilloso fondo de risas infantiles. ¿Estás ocupado? consciente de que le pregunto una obviedad. Bueno, me contesta, estoy llevando a mi hijo mayor montado en la silla con ruedas del despacho pasillo arriba pasillo abajo, mientras el pequeño gatea persiguiéndonos entre chillidos de alegría, pero si es urgente...No tan urgente, le contesto, como para interrumpir esta juerga familiar. Sigue haciendoles reir y que los oigan en todo el bloque. Bendito loco, pienso mientras cuelgo entre risas. Si. Desperté y vi que la vida era deber, y a veces debería ser obligatorio un punto de locura.

Me asomo entonces a este periódico. Y contemplo su gran tono humano, su trabajo de artesanía por la vida, por sembrar cosas buenas en el corazón de sus lectores. Yo lo llamo el bebé de Federico. Desvelos, preocupaciones, cuidados e ilusiones. Buscar su sustento. Y me encanta ver crecer a este bebé, sanote, travieso y sin complejos. Desperté y vi que la vida era deber, era amar el mundo apasionadamente. También desde un periódico.

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