
Desde mi trinchera liberal: Adopción homosexual.
Ni tan siquiera la presión mediática del poderoso lobby gay ha podido conseguir que una mayoría de españoles no veamos la adopción de niños por parte de parejas homosexuales como algo idóneo o deseable para los niños.
Independientemente de ideologías, no he conocido a nadie todavía que no muestre sus cautelas ante el hecho de que una pareja gay sea idónea para adoptar y educar a niños. La polémica decisión del juez Ferrín, hasta cierto punto muy sobrevenida por parte de medios de información parciales, quitando la custodia de su hija a una madre lesbiana es algo con lo que estamos de acuerdo muchos españoles, que aprobamos el fondo aunque no tanto, quizá, su forma. Pero conviene distinguir entre lo esencial y lo accesorio. Y en lo esencial, por el bien del niño, creo que su decisión ha sido correcta. La adopción de niños por parte de homosexuales nunca será la mejor salida para esos niños. En su psicología afectiva necesitan de un padre y una madre, y una amputación en este sentido es siempre negativa. Por mucho que se empeñen, subvertir la normalidad nunca es un buen camino. Disfrazarlo además de avance social es directamente un fraude.
Que una minoría consiga imponer sus modas a toda una sociedad da muestras del éxito de su estrategia, muy bien definida y bajo el paraguas de poderosos medios de comunicación y sectores políticos. El temor a que te cataloguen como "homófobo", u homófago, como diría la extinta ministra de cultura, es su principal victoria. Aún así, y a la vista de las encuestas, no han conseguido la imposición total. No han logrado arrollar a una mayoría de españoles que siguen viendo en la adopción de niños por parte de homosexuales algo indeseable. Quizá porque muchos pensamos en nuestros propios hijos, y eso no hay palanca mediática que lo mueva. Ahí somos una ciudad amurallada, imbatible. Las cosas son como son.
En este sentido, actuaciones como la del juez Ferrín, discutibles en sus formas, pero, en mi opinión acertadas en su fondo, constituyen un ejemplo de coherencia. Sabía el juez Ferrín que se arriesgaba al linchamiento mediático, a la apertura de expedientes y a una serie de contrariedades más o menos graves. No traicionó su conciencia aún así. Hay quien teme el juicio de su conciencia más que el de los hombres. No todo es elasticidad en los principios.