Desde mi trinchera liberal: Bye, Bye Rosa Regas.

Rosa Regas ha dimitido como Directora de la Biblioteca Nacional (a salvo, de momento), tras ser acusada públicamente por el ministro de Cultura de "no haber hecho nada en tres años". No quiso el ministro calentar el micrófono y dejó la frase sin remate, demasiado pulida, lacónica.

Debería haberse explayado César Antonio Molina, y haber hecho una extensa literatura de la cascada de despropósitos y declaraciones sectarias e intolerantes, que han plagado la trayectoria de Rosa Regas al frente de esta Institución. Tendría que haberse permitido el ministro alguna licencia tan audaz como para despertar a Zapatero de su siesta en prados asturianos. Ha perdido, usted, Sr Ministro, una oportunidad de oro.

En realidad, Rosa Regas ha dimitido porque la iban a cesar. Simplemente, se ha adelantado a su destino natural. No piensen que una "culta" subvencionada suelta la mamandurria tan fácilmente, que donde acaba la subvención empieza el madrugón, el atasco, y el café de todas las mañanas para revisar la agenda. Nada que ver con la sopa de letras boba y barriguera.

Su dimisión es simple coartada, de cara a la galería. Antes de que me echen, me voy. Extinguida Carmen Calvo, el destino de esta miliciana del siglo XXI, con aspecto de John Lennon disecado, era seguir sus pasos. Quizá terminen en la Unesco, que, como Carmen Calvo dijo, es bueno que legisle para todos los planetas. Que las envíen de embajadoras.

Miles de euros llevaba malgastados Rosa Regas en invitar a conferenciantes de medio pelo, cuyo único y común mérito, a los ojos de Regas, claro está, era que suspiraban nostálgicamente por el marxismo. Por su reinstauración brindaban con Moet Chandon, en lujosos restaurantes, a cargo del erario público. Los famosos gastos de representación y la caspa ideológica.

Enamorada estaba Regas de Zapatero, y, por extensión, por analogía, o por simple logaritmo, de todos los populistas de boina roja. Lo suyo es fusilar la inteligencia.