Tuesday, September 23, 2008
Desde mi trinchera liberal: El plan de choque norteamericano.
Casi olvidada ya la espectacular e histórica subida experimentada por las bolsas de todo el mundo tras el anuncio de la Administración Bush para rescatar a las instituciones financieras con problemas adquiriendo sus activos dudosos, los llamados áctivos tóxicos, llega el momento de la corrección y de un análisis más sosegado.
Y es que las bolsas empiezan a perder fuelle ante las dudas que genera dicho plan de choque. He leído en algún gran medio de comunicación español, que las dudas surgen por las discrepancias entre los demócratas y los republicanos. No creo yo que vayan por ahí los tiros. El plan saldrá adelante, con cesiones de unos y de otros. Ni Bush se puede permitir pasar la historia como el estadista que asistió al Crash del 2008 con los brazos cruzados, ni Obama se va a jugar el tipo rechazando un plan que en la práctica constituye, para muchos, la única salida posible que evite el colapso financiero en los Estados Unidos. Mi opinión es que habrá acuerdo y por la vía de urgencia. Los inversoras ya han descontado eso.
Creo más bien que la bolsa cae porque el plan genera dudas en el terreno económico. Muchos economistas de prestigio se apresuran a señalar las deficiencias de un plan muy ambicioso, que sirve para sostener el sistema actual pero que va a hipotecar gravemente la economía norteamericana en un futuro no muy lejano. Podríamos aplicar el refrán que es pan para hoy y hambre para mañana. Y la bolsa, que siempre juega por anticipación, empieza a situar el escenario.
Atendamos a las cifras. Si sumamos los 700.000 millones de dólares que el Tesoro piensa aportar para rescatar empresas al dinero que ya ha comprometido anteriormente, la cifra resultante es de 2 billones de dólares, el 15% del PIB americano. Para hacernos una idea, y trasladando el porcentaje a España, sería como si todo el PIB que en España genera el turismo se emplease en salvar empresas en quiebra. La magnitud de las cifras nos da una idea aproximada de la magnitud de esta crisis. Y no hay solución buena.
La primera consecuencia que va a tener esta inyección de dinero público en el torrente financiero es la de aumentar el déficit público norteamericano, encarecerá el coste del endeudamiento y esto provocará un aumento de los tipos de interés, lo que a su vez, provocará, una contracción del crédito a todos los niveles, de particulares y de empresa.
Por otra parte, resulta imposible corregir el déficit público sin recortar gasto presupuestario o subir impuestos, en un período de crisis económica. Salvo en el mundo virtual de nuestro Presidente, las cosas son necesariamente así. Tanto la estrechez presupuestaria, como las subidas de impuestos, afectan al bienestar del ciudadano y suponen un serio lastre para el desarrollo económico.
Finalmente, este plan de choque es una forma de preservar la mediocridad empresarial. Favorece la percepción de que para un empresario no existen riesgos inasumibles, porque, a la larga, aparecerá la Visa de papá Espado para pagar los platos rotos. Provoca un agravio comparativo entre aquéllas empresas que se han mantenido atentas a la calculadora y al accionista, y aquéllas otras que han engordado a sus directivos a base de bonus por comprar lo que sea y al precio que sea.
La consecuencia de todo esto puede ser la pérdida de hegemonía que disfruta Estados Unidos actualmente en el mundo. Enemigos ahí fuera no le faltan, y gente que se frota las manos pensando en eso, tampoco.
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