Tuesday, December 30, 2008


Desde mi trinchera liberal: Crisis del 29, no hemos aprendido la lección.

Al menos en dos aspectos fundamentales, la crisis del 29 y la crisis actual que nos está tocando sobrevivir, resisten la comparación. Ambas son crisis basadas en el espejismo de una demanda que crece sin límite, y ambas tienen su epicentro en Estados Unidos.

Una demanda que crece sin límites, tanto en aquéllos bienes que son menos elásticos, como los artículos de primera necesidad o los gastos de farmacia, como en aquéllos que dependen en mayor medida del nivel de ingresos y de la confianza en el futuro, bienes por tanto más elásticos, es pura especulación, una ilusión que termina en quiebras empresariales, endeudamiento axfisiante y destrucción masiva de empleo.

Ajenos a la realidad, desde los poderes fácticos y políticos, no sólo se viste de celofán un caramelo envenenado, sino que se trata de estimular artificialmente mediante la concesión de créditos fáciles, relajación en la concesión de préstamo cebando, en última instancia, el monstruo inflacionario.

La creencia en una demanda ilimitada lleva aparejada también una sobreproducción, y en la práctica, un hundimiento en los precios. Me viene a la cabeza cuando en los tiempos de la Gran Depresión, los productores de Brasil quemaban café en las locomotoras en vez de carbón en un intento desesperado de sujetar el precio del café. Situaciones análogas se vivieron en otros países. La industria sedera japonesa había triplicado su producción en quince años para abastecer el mercado norteamericano de medias de seda. La crisis del 29 barrió este mercado, y significó la pérdida del 90% de la seda que se enviaba a Estados Unidos. Para hacernos una idea más precisa, de 1929 a 1932 las importaciones en Norteamérica se redujeron un 70%, y las exportaciones cayeron un 50%. Son cifras elocuentes.

La consecuencia más inmediata de este terremoto económico que recorrió el mundo fue un espectacular aumento del desempleo. Los índices de paro subieron al 22% en Gran Bretaña y Bélgica, el 24% en Suecia, el 27% en Estados Unidos, el 29% en Austria, el 32% en Dinamarca y el 44% en Alemania, especialmente vulnerable por las onerosas cláusulas impuestas en el Tratado De Versalles. Este clima de tensión social tiene mucho que ver con el auge del Nacismo en Alemania.

En esa época, la cobertura social no estaba desarrollada, y muchas personas pasaron de trabajadores a parados forzosos y de ahí a mendigos. Hoy el panorama es más favorable en el sentido de que la Seguridad Social ofrece al menos unas
garantías de supervivencia a corto plazo. El gran problema será cuando los parados dejen de percibir esa asignación.

No hemos aprendido la lección del 29. Como decía Quevedo, No hace la codicia que suceda lo que queremos, ni el temor que no suceda lo que recelamos.

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