Sunday, December 21, 2008


Desde mi trinchera liberal: Cuando el dinero es humo.

Quizá por esa tendencia a la endogamia que tienen los ricos, la estafa de Madoff se extendió como la pólvora en España de la mano del broker colombiano Piedrahita,y su sociedad de inversión Fairfield, el más activo representante de Madoff en España.

Cuentan las crónicas que al fondo que Piedrahita comercializaba en España sólo se podía acceder por recomendación. Como los ricos, en el fondo, suelen ser de casta corporativa, y llevan fatal que "a mi vecino le reciba Piedrahita y a mí no", pronto empezaron a dar codazos para conseguir esa recomendación y entrar en la élite de la ingeniería financiera. Lamentablemente, donde en realidad cayeron es en la mecánica chusca y simple de una estafa piramidal de enormes dimensiones que ha castigado su patrimonio y que tienen ahora difícil recuperar, entre otras cosas porque parte de ese dinero era en B, y para eso precisamente estableció Farifield oficinas en paraisos fiscales.

Parece ser que la única norma que se seguía era cobrar las comisiones y no hacer preguntas. Era un sistema cerrado de confianza ilimitada en Madoff. Los gestores no sospecharon de la alta rentabilidad que ofrecía Madoff, ni tampoco los clientes de los fondos. Un banco que declinó trabajar con Madoff decía que era prácticamente imposible localizarle y que contestara a las llamadas. Que no enviaba información alguna ni informes de los estados financieros de las inversiones. Que había una enforme confusión operativa, y que las auditorías llevaban la firma de una desconocida compañía cuyo único cliente era el propio Madoff. Una auditoría de sastrería, en defintiva, que coló una estafa piramidal de colosales proporcionales. Los inversores antiguos cobraban intereses de los inversores nuevos que iban aterrizando en el fondo. Ese era el circulo vicioso hasta que saltó por los aires. Como deía Cervantes, "Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero. "



Tan amplia y dilatada estafa pasó inadvertida no sólo por los gestores de los fondos y los brokers patrimoniales. Los organismos reguladores, encargados de supervisar por el correcto funcinamiento del sistema financiero, tampoco advirtieron el fraude, a pesar de que ya había habido alguna denuncia periodística al respecto. Es un motivo para que reflexionen los nuevos adalides del neointervencionismo rancio. Oigan, ¿para qué han servido hasta ahora?

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