Desde Mi trinchera Liberal, Los Angeles del grito silencioso.
Hoy he estado oyendo en una máquina de resonancia latir el corazón de mi hijo por nacer. Suena como un brioso caballo galopando. Sólo Dios es capaz de sintetizar en el tiempo el mayor desvalimiento del ser humano y el ritmo más frenético por vivir.
Dicen que el corazón de un bebé late muy rápido. Hay estudios médicos que demuestran que cuando se está produciendo un aborto el corazón del bebé late aún más aceleradamente, a más de 200 pulsaciones por minuto. Sienten miedo. Se agitan y abren la boca. Gritan en silencio. Me pregunto qué sienten, qué piensan las madres y los médicos cuando el bebé pierde la batalla de la vida, cuando el aborto concluye y la máquina de resonancia ya no emite más latidos alegres. Acontece entonces el silencio más frío y más oscuro. Un ángel está subiendo al Cielo para recibir de Dios los mimos que aquí no han querido darle, y que tanto necesita. Muchas madres que han abortado quedan traumatizadas de por vida. Eran el único y mejor seguro de vida de sus hijos y les han fallado. Han querido cortar el lazo que les unía radicalmente a ellos, pero no han podido: es un nudo que ha tejido el mismo Dios y vincula para siempre. Muchas mujeres no abortarían si oyesen a sus hijos en estas máquinas. Federico R de Rivera escribió en este mismo medio un magnífico artículo al respecto.
Algunos médicos abortirtas también se han convertido al oir el latido de los bebés. Otros en cambio persisten en su ceguera, sus bolsillos llenos y el alma fijada en el mal. El infierno es una colección de obstinados. El Doctor Bernard Nathanson, el que fue llamado rey del aborto, es uno de los que se convirtió. También su ayudante. En un primer momento, el arrepentimiento del Doctor Nathanson fue meramente humano, a ras de tierra, y por ello, angustioso y sin esperanza. El lo explica así: "Me despertaba cada día a las 4 o 5 de la mañana, mirando a la oscuridad, y esperando (pero sin rezar, todavía),que se encendiera un mensaje declárandome inocente frente a un jurado invisible. Estaba acosado por una negra desesperación que no remitía". Recurrió a psiquiatras, a libros de autoayuda (cuanto libro de autoayuda puebla hoy nuestras librerías, cuando lo único necesario es una buena confesión). Se emborrachaba con frecuencia. Pensó en suicidarse varias veces. El peso de sus culpas lo estaba ahogando, aniquilando. Poco a poco recobró su fe en Dios, que siempre perdona. Su arrepentimiento se fue tiñendo de esperanza, de una esperanza operativa. Se convirtió en uno de los principales defensores de la vida en Estados Unidos. Recobró la paz. Pasó el infierno cuando aún tenía remedio.
Hoy me encomiendo a esos angeles del grito silencioso. Estoy seguro que Dios en su infinita misericordiosa los habrá recogido en su seno.
Hoy he estado oyendo en una máquina de resonancia latir el corazón de mi hijo por nacer. Suena como un brioso caballo galopando. Sólo Dios es capaz de sintetizar en el tiempo el mayor desvalimiento del ser humano y el ritmo más frenético por vivir.
Dicen que el corazón de un bebé late muy rápido. Hay estudios médicos que demuestran que cuando se está produciendo un aborto el corazón del bebé late aún más aceleradamente, a más de 200 pulsaciones por minuto. Sienten miedo. Se agitan y abren la boca. Gritan en silencio. Me pregunto qué sienten, qué piensan las madres y los médicos cuando el bebé pierde la batalla de la vida, cuando el aborto concluye y la máquina de resonancia ya no emite más latidos alegres. Acontece entonces el silencio más frío y más oscuro. Un ángel está subiendo al Cielo para recibir de Dios los mimos que aquí no han querido darle, y que tanto necesita. Muchas madres que han abortado quedan traumatizadas de por vida. Eran el único y mejor seguro de vida de sus hijos y les han fallado. Han querido cortar el lazo que les unía radicalmente a ellos, pero no han podido: es un nudo que ha tejido el mismo Dios y vincula para siempre. Muchas mujeres no abortarían si oyesen a sus hijos en estas máquinas. Federico R de Rivera escribió en este mismo medio un magnífico artículo al respecto.
Algunos médicos abortirtas también se han convertido al oir el latido de los bebés. Otros en cambio persisten en su ceguera, sus bolsillos llenos y el alma fijada en el mal. El infierno es una colección de obstinados. El Doctor Bernard Nathanson, el que fue llamado rey del aborto, es uno de los que se convirtió. También su ayudante. En un primer momento, el arrepentimiento del Doctor Nathanson fue meramente humano, a ras de tierra, y por ello, angustioso y sin esperanza. El lo explica así: "Me despertaba cada día a las 4 o 5 de la mañana, mirando a la oscuridad, y esperando (pero sin rezar, todavía),que se encendiera un mensaje declárandome inocente frente a un jurado invisible. Estaba acosado por una negra desesperación que no remitía". Recurrió a psiquiatras, a libros de autoayuda (cuanto libro de autoayuda puebla hoy nuestras librerías, cuando lo único necesario es una buena confesión). Se emborrachaba con frecuencia. Pensó en suicidarse varias veces. El peso de sus culpas lo estaba ahogando, aniquilando. Poco a poco recobró su fe en Dios, que siempre perdona. Su arrepentimiento se fue tiñendo de esperanza, de una esperanza operativa. Se convirtió en uno de los principales defensores de la vida en Estados Unidos. Recobró la paz. Pasó el infierno cuando aún tenía remedio.
Hoy me encomiendo a esos angeles del grito silencioso. Estoy seguro que Dios en su infinita misericordiosa los habrá recogido en su seno.
6 comments:
frid dijo
Y todo por oir el latido del corazón del hijo en el vientre de la madre, porque si lo vieras... la emoción te haría volar.
2007-01-17 08:34:41
Carmen Antoja dijo
Felicidades por el hijo que viene en camino, es muy afortunado por tener unos padres que le quieren y que reconocen que su existencia es un don de Dios. ¡Bienvenido a la vida!
2007-01-17 12:08:20
Vicente Franco Gil dijo
Yo también tuve esa experiencia. Es formidable oír el latido de tu propio hijo a cien por hora, vivo desde la concepción en el vientre de su madre. Me emocioné mucho y casi nos pusimos mi mujer y yo a llorar de alegría, bueno ella si que lloro. No entiendo la cultura de la muerte, nunca la he entendido. La vida es un caudal de gratificaciones y de bienestar para toda la familia. Cegar los conductos de la vida y aún más destruirla una vez concebida es inaudito. Con este artículo tuyo me has rememorado uno de los momentos más felices de mi vida. Gracias Fernando.
2007-01-17 14:09:18
El sobrino de Atilano Nicolás dijo
Ayer me encontré con un amigo, muy enfermo de cáncer. Le saludé con un abrazo muy fuerte: quería transmitirle mi apoyo en estos momentos. Sin embargo, él sonreía, con una felicidad inmensa- "¡Soy abuelo!" -"No es posible. Si he estado con tu mujer hace un par de meses y no me dijo..." -"¡Soy abuelo!. Mi nuera está embarazada de 2 meses. Y he visto la ecografía. Tiene a penas cinco centímetros. Se ve la cabecita tan sin pelo como yo. ¡Se parece a mí!" Pensé en la suerte de ese niño que ya es acogido, desde el principio de su existencia, por el entorno familiar con tanta ilusión y cariño.
2007-01-17 17:53:02
auvert dijo
Dicen que los que tienen corazón son de fiar, y si el corazón responde porque se emociona al oir later otro corazón, vale más. Y si es el latido de la vida que emociona, es doblemente de fiar. Enhorabuena.
2007-01-17 20:16:40
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