Desde mi trinchera liberal: Roger Penrose y la conciencia.
En una entrevista publicada hoy, Roger Penrose declara que "el reto de la física es explicar cómo funciona la conciencia". Al profundizar en la entrevista, he recordado la cita de Georges Braque: "Es preciso tener siempre dos ideas, para que una destruya a la otra". Penrose no puede evitar caer en la contradicción.
El objetivo de Penrose es extraer la explicación de la conciencia desde el mundo físico, despojada de toda implicación espiritual, o como él define, ajena. La lógica consecuencia de ésto es considerar a la conciencia como un producto de nuestro ser material. Dicho con palabras de Penrose:
" Creo que de alguna manera nuestros cerebros están preparados para extraer algo del mundo físico y revelarlo como conciencia".
En la práctica, esta definición de la conciencia, lleva aparejados el subjetivismo y, por tanto, el relativismo. Evidentemente, si la formulación de la conciencia depende de cómo mi cerebro extrae información del mundo físico, la única norma que debería regir mi actuación es mi propia conciencia, y eso es erróneo, como veremos más adelante. El mismo Penrose es inconsistente en este planteamiento. En otro punto de la entrevista, a la pregunta de ¿Quién decide qué es moral o inmoral?, responde:
"El asunto no es quién decide. Es algo objetivo. Tiene que serlo. De otra manera, podrías hacer tus propias normas". Ciertamente, esta versión de lo que es moral o inmoral, contradice su idea del párrafo anterior. Una idea destruye a la otra.
Para que la conciencia nos lleve a un obrar correcto, ha de estar necesariamente referida a una verdad moral absoluta e inmutable. Los cristianos decimos que nuestra conciencia para estar rectamente formada, debemos referirla a Dios. Esto entra en colisión frontal que en el relativismo moral y el subjetivismo. Como dice el Papa Benedicto XVI en su libro Verdad, Valores, Poder (de muy recomendable lectura), uno de los errores actuales es lo que él define cómo la consideración de la conciencia como norma suprema. Según esta consideración, uno debe actuar según su propia conciencia. Y en parte, es verdad. Pero como dice el Papa, seguir la propia conciencia no garantiza el valor moral bueno de un acto. Eso sería presuponer que nuestra conciencia es infalible. Y es evidente que no lo es. Benedicto XVI pone el ejemplo de las dictaduras naci y comunista, cuando mucha gente cometió aberraciones según le dictaba su conciencia. Es más. Durante el proceso de Nuremberg, los nacis allí juzgados, salvo contadas excepciones, no mostraron arrepentimiento alguno por sus crímenes. La mayor parte de ellos murieron en la horca pensando que habían obrado rectamente, aún cuando eso había significado millones de hombres, mujeres y niños asesinados. Evidentemente, la conciencia subjetiva y relativista está coja. No es falible. Ni siquiera cuando esa conciencia subjetiva pueda coincidir en una amplia base de personas. Como dice el Papa, "La reducción de la conciencia a la seguridad subjetiva, significa la supresión de la verdad".
Para definir qué es la conciencia, me quedo con esa frase de Newman, que en realidad es una oración:
"La conciencia es la presencia clara e imperiosa de la voz de la verdad en el sujeto. Yo amaba mi propio camino, ahora Te ruego: alúmbrame para seguir."
Dios no vence a quien no se quiere deja vencer. Él vence sólo por convicción.
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