Desde mi trinchera liberal: un muerto anonimo

Sin nombre. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Así ha fallecido un bebe italiano que sobrevivió a un aborto y finalmente nació. Mantuvo una agónica lucha por vivir que no superó. Para la sociedad civil no existe. Nadie lo registró.


Cómo duele hablar en pasado de este pequeño luchador anónimo. Sus padres quisieron abortarlo en cuanto supieron que podía padecer una malformación congénita: “atresia del esófago”, malformación que afecta a uno de cada tres mil quinientos niños pero que puede ser corregida con cirugía en más del 90 por ciento de los casos.

No quisieron los padres hacer ni siquiera pruebas adicionales que confirmasen este doloroso diagnóstico. Más fácil les resultaba eliminarlo. No queremos un niño con problemas, dennos uno de esos de anuncio. Este, lo pueden enviar al cubo de la basura. Su vida no es un don, es un estorbo.

Una vez practicado el aborto, los médicos notaron que el corazón del niño latía y comprobaron que el pequeño no presentaba malformación alguna. Entonces decidieron reanimarlo. El bebé se aferró a la vida por varios días, pero falleció por una falla cardiorrespiratoria y su extremo estado prematuro. Murió sin llegar a sentir una sola caricia de sus padres. Un solo abrazo, el más insignificante gesto de ternura. Somos una humanidad fracasada.

Para nosotros es un muerto anónimo. Pero su nombre está escrito en la palma de la mano de su Creador, desde la eternidad. Esa misma mano le acunará ya para siempre. Suyo es el consuelo.